lunes, 5 de septiembre de 2022

Carmelo Bernal Mena.

 

02.09.2022. Barrio de La Llana (Ejea). Gentes de Luesia. Carmelo Bernal Mena. Nacido en Luesia en 1960, en el popular barrio de El Rincón. Luego vivió en la calle del Hospital, otro rincón. Hijo de Pedro y de Puri. Su padre Pedro era de Casa Castejonero y su madre Puri, de Casa La Pancha. Es el tercero de seis hermanos: Mateo, Fernando (+), Carmelo, Josefina, Asunción y Rosa. Nació como tantos y tantos de nosotros/tras en una familia humilde y trabajadora que siempre lucharía por sacar a los hijos/jas adelante lo mejor posible. Carmelo recuerda una niñez feliz y sin problemas. Le tocó vivir los años 60, tiempo de carestía y de subsistencia porque el dinero era escasísimo. No se pasaba hambre pero no sobraba de nada. Se sabía vivir con muy poco, con lo imprescindible y había que conformarse con lo que había. Recuerda su infancia "disfrutando" del Arba por las "recuejas" del Corral Blanco pescando “a mano” o a pedradas, las ranas, culebras, madrillas y barbos; cogiendo huevos y crías de los nidos, cazando conejos… En los pozos del Arba, aprendió a nadar. Usaban poca ropa porque iban todo el día medio desnudos y hasta “en chinchetas”. En las casetas del ARBA muchas familias vivían desde finales de junio hasta primeros de septiembre, la “vispra” de las fiestas. La caseta era a la vez y en el mismo espacio: la cocina, la despensa, el salón y los dormitorios. El water se pueden imaginar donde estaba: en el monte. En la caseta se guisaba con fuego de leña, se comía y se dormía encima de la paja, sobre un mandil y con una manta. A muchas familias de Luesia, igual que a la familia Bernal-Mena, nos tocó vivir en el monte, en casetas, pardinas, barreras y corrales en tiempos veraniegos de siega y trilla. Y había buena relación y solidaridad de unas familias con otras ayudándose unos a otros en lo que hiciera falta, compartiendo lo poco que había, dejándose una caballería... Desayunaba todos los días leche de cabra con remojones de pan duro, que su madre hacía en una caldereta o sartén. Para almorzar jamón o chullas de témpano blanco de tocino. La comida de cada día era la misma: buen rancho de conejo y de postre cerezas o cascabeles. Comer pollo era excepcional. Se comía en el suelo formando un corro alrededor de la sartén, dentro de la caseta o en la sombra que daba, sentados en zoques de carrasca o de chopo. Para merendar, buena ensalada y algo de conserva en aceite de cerdo como lomo, costilla, o longaniza. Y cenar… alguna fritada, huevos y una sartén de patatas fritas. El menú cambiaba poco de un día a otro. Y qué bueno estaba todo… porque no había nada que no nos gustara. Carmelo recuerda su infancia con cariño y dignidad. No la olvida. “Éramos felices a nuestra manera”… porque las necesidades eran mínimas, básicas y centradas en la alimentación de cada día. Las "recuejas" eran costosas de trabajar porque tenían muchos ruejos pero proporcionaban frutas, verduras, hortalizas variadas, patatas, maíz y remolacha para los animales... las gallinas huevos bien frescos y naturales, el monte conejos... Todas semanas había que ir al pueblo con el burro Moroto y la carreta a buscar el “companaje”, especialmente pan, algo de carne o conserva, vino y alguna gaseosa en polvo. Los pollos los bajaban del pueblo en cajones para ir matándolos poco a poco. Después de segar, los dejaban en los rastrojos para que “respigaran” las espigas de ordio, cebada, centeno o trigo. Por la noche, para que no se los comieran los rabosos los pollos se echaban a lo alto, y volaban a las ramas de la carrasca donde dormían seguros. A Carmelo le tocaron todos los trabajos propios del campo y sabe hacer de todo: picar, segar, dar gavillas, trillar, sembrar judías, entrecavar, regar, achotar... y recuerda de bajar a Biota para vender judías secas, cerezas y cascabeles… en las "argaderas" y capazo de mimbre con el que cargaban al burro Maroto, aparejado con una vieja albarda. Carmelo también trabajó en los montes de Luesia, en ICONA, haciendo hoyos, plantando pinos y limpiando la maleza. Se enamoró de Marisa en Ejea. Es la mujer de su vida. Emigra de Luesia con la familia de ella buscando trabajo. Lo encuentró en la construcción como maquinista de excavadoras. Se compraron casa en Ejea y vuelven para casarse. Tenía 27 años. Se casó en Santa María e hicieron un lunch en el Casino de Ejea. Marisa y Carmelo se fueron de viaje de novios a Galicia, con su flamante Seat 127 blanco, pero eso sí, en tienda de campaña. Tiene que volver a trabajar a Luesia de peón de albañil con Víctor Sabalza, haciendo nichos en el cementerio. Marisa, su mujer, enseña a las mujeres de Luesia corte y confección. En Ejea le sale trabajo en una finca como granjero y tractorista. Cobra poco para poder vivir, criar a los hijos y pagar la casa de La Llana. Con el tiempo, pudo dejar la finca para trabajar como hornero, en la Tejería Cerámicas Laborda. Como cierra la tejería, le toca cambiar otra vez de trabajo. Ahora se dedicará manipular sacas de lana de oveja para clasificarla en negra, pelo fino, pelo largo y entrefina. Las pacas de 400 k las exportan a la India, Bombay, Francia, Polonia, Portugal... donde en grandes lavaderos las teñían para hacer los ovillos de hilos en la industria textil. Carmelo también ha trabajado mucho. Fueron años iniciales duros sin vacaciones, fiestas ni horarios. Nadie le ha regalado nada. Se ha defendido muy bien en la vida. Enhorabuena. Ahora ya está jubilado. Se siente orgulloso de atender a su hermano Mateo, que lo necesita. Tiene huerto junto al ARBA donde cría de todo, pero ahora en Ejea y no en el Corral Blanco; una viña en El Bayo y abejas en Luesia, en los Rincones del Rey. Elabora y embota de todo: miel, tomate, pimiento, acelga, borraja, cardo... Y le queda tiempo de hacerse 3000 metros en la piscina climatizada de Ejea sin ruejos, ranas ni barbos… pero los pozos del Arba no los ha olvidado. Ya tiene un nieto de su hija Carmen que está de maestra en Benasque. Su hijo David está en Holanda trabando de mantenimiento. Carmelo, su mujer Marisa, su suegro, su hermano Mateo... son una familia feliz que viven en La Llana (Ejea). Carmelo: para mí, eres un enorme luesiano. Gracias por dejarme bucear un poco en tu vida privada. Carmelo Bernal Mena, uno de los hijos de Puri y Pedro. Gentes de Luesia. La vida de esta familia es similar a la de muchas otras que también vivieron en las casetas y recuejas del Arba y en corrales y barreras del monte bajo de Luesia y en el monte alto de Fayanás. Nuestro respeto, cariño y homenaje para todos y todas porque supieron vivir con dignidad en tiempos difíciles y complicados, del que podemos aprender… y mucho. (Alfonso Cortés Alegre)

No hay comentarios:

Publicar un comentario