lunes, 5 de septiembre de 2022

ABILIO FERRER EZQUERRA

BREVE HISTORIA PERSONAL DE ABILIO FERRER EZQUERRA, HIJO DE CASA FERRER. Hijo de Evaristo y Pilar. Nacido en Luesia el 22 de febrero de 1944. Fueron nueve hermanos: María, Cándido, Nati, Marino, Primi y Modesto, Abilio, Evaristo y Maria Pilar. Abilio tuvo tres hijos con Pascuala Mateo “ la mujer de sus amores, de su vida y de su corazón”: David, Abilio y Mariví. La peor experiencia sufrida, que no recomienda a nadie, fue el fallecimiento de su hijo David, que en paz descanse. Sufrió a los 14 meses una parálisis infantil que dice no le ha impedido hacer nada importante en la vida salvo para ser fraile, porque no lo admitieron en un centro de Zuera. Jugaba en la plaza del pueblo a los bolos, al marro Navarro, píndola, al burrico falso, a la media manga y la manga entera… e iba al cine que hacía José María Gavín en el local de Pascual Lacosta. Para pagar la entrada, alguna vez recurrió a robar huevos de los gallineros, que se los vendían a la señora “Benita del Asinero”, que vivía encima de la Panadería de Jacinto Alegre… y recuerda las “trastadas de críos” que hacían en las huertas y corrales con sus amigos Félix Aragüés, Quiliano Garcés, José de Artaso…para comer fruta, algún conejo… A los 8 años ya se echaba algún “vasico” de vino que le daba su tía Francisca (“Ajo Tieso” por su porte elegante y altura) por partirle la leña para el fuego. Francisca e Ireneo tenían una casa de vinos a granel con cubas y toneles, en la calle del Hospital, que se llamaba “La Cantina de Irene”. También tenían una pequeña tienda encima de Casa Melero donde vendían ramos de plátanos, sardinas rancias… y productos de lujo para la clase alta como medias y mantillas. La mercancía la traía el camión-recadero “Alastuey y Pelegay” donde trabajaba de peón Santos Mayayo. Abilio, a los 8 años, se levantaba a las 4 de la mañana e iba a regar él solo por el camino del cementerio, hasta el molino y luego Arba abajo hasta el Corral Blanco. Tenía que regar 6 recuejas. En los años 50, muchas familias tenían recuejas por el Arba y recuerda a las familias de Feliciano Biota, Pedro Bernal, los de “Casa Pablico”, “El Canillero de Uncastillo”, “Casa Turrón”, “Casa Dominguín”, “Casa Nariz”, Ángel y Josefina Escabués de Casa Campando… que bajaban a Biota cerezas, judías, peretes, carbón… todos aquellos críos “veraneaban” el llas casetas del Arba ayudando en las hortalizas, buscando nidos, cazando conejos, pescando barbos, ranas y madrillas a pedradas… El verano era regar y regar las judías, quitar hierba, entrecavar, empalar… hasta las fiestas. Después, a cogerlas, acarrearlas con las burras, achotar, elegir…porque era un alimento básico para la familia. Nuestras familias se llevaban bien y se ayudaban mucho. Su madre Pilar Ezquerra y mi abuela Tomasa Aragüés, llevaban el horno de Casa Aragüés, que luego llevó Antonio Muñoz, el “Picatronquero” porque abrió con su mujer Pilar Biota el Bar “El Picatronco” donde se merendaba muy bien. Cazaba Feliciano Biota y María Beltrán hacía las meriendas. Su padre Evaristo y mi padre Julián hacían carbón juntos en el monte de Abargo y en el Pullizo, camino hacia Orés. Mejor no recordar la dureza de aquella viva haciendo hormigueros, leña, la cavera/cabera y las noches a la intemperie vigilándola, sacar el carbón, las caballerías… En el año 1957… a los 13 años ya estaba cansado y harto del trabajo en el campo y, de acuerdo con su familia se fue a Zaragoza a ver qué le salía como aprendiz. Aprendió el oficio de barnizador, tapicero y sillero en la Tapicería de Mariano Barbed. Trabajaba 10 horas diarias y cobraba 110 pesetas a la semana pero hacía 4 horas extras diarias que le pagaban a 2,50 pesetas (60 pesetas) … que hacían 170 a la semana y casi 700 pesetas al mes. Le llegaba justo para pagar la patrona, que compartió años más tarde con Manuel del "Relajau" y Juan José Terraz, en el Camino El Vado. Al principio, le tenían que ayudar desde casa porque no le llegaba para vivir… hasta que consiguió más trabajo para barnizar sillas por las noches y los domingos. Así, empezó a “perrear” el bueno de Abilio. A Luesia, sólo volvía por Navidad y para fiestas de septiembre. Aún recuerda a La Banda del Hospicio de Zaragoza que venía a tocar, siendo niño. Muy aficionado a trabajar el boj y a hacer “caballitos con skay relleno de serrín”, decorados con lentejuelas y montados sobre una herradura. Le enseñó a hacerlos a Antonio Sánchez, otro entrañable personaje luesiano. Su pasión ha sido y sigue siendo alternar con los amigos y cantar jotas con ese enorme chorro de voz del que siempre ha disfrutado . Aprendió con Vicente Calahorra, Aurora Tarragual y Antonio Royo, “El Patatero”. Cantaba con las rondallas “Raíces de Aragón” y ``El Cachirulo”. Se siente tremendamente orgulloso por haber cantado en el Teatro Principal de Zaragoza y haber participado muchas veces en el Concurso “Demetrio Galán Bergua”. Muchas gracias Abilio por haber estado dispuesto a alternar conmigo compartiendo un par de vasos en la terraza del Teveré. Ha sido un placer. (Agosto 2019) En esta breve historia, seguro que podrán verse reflejados/as muchas personas nacidas en los años 40 y 50, que vivieron su infancia en Luesia pero que emigraron por necesidad y con la ilusión de constituir una familia y un futuro mejor. Tú, lo conseguiste. Felicidades. Salud, luesiano y muchas gracias por permitirme publicar esto. Un abrazo. (Alfonso Cortés Alegre. Luesia junio 2021)

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