jueves, 29 de septiembre de 2022

Félix Longás Lafuente.

ttps://canal.uned.es/video/604b3f9cb609235b4b224c1a En el mundo empresarial, cada vez somos más conscientes de que el principal factor que diferencia las organizaciones y sus resultados es el capital humano y su gestión. Félix Longás es un hombre hecho a sí mismo del que quien ha tenido la oportunidad de trabajar cerca suyo destaca su capacidad de trabajo, su voluntad, su espíritu de superación y sus sólidos valores. Virtudes que junto a su experiencia le han permitido atesorar un valioso conocimiento de las claves que regulan la gestión empresarial y la dirección de equipos. Otro valor por el que destaca es su inconformismo Esa voluntad de buscar caminos alternativos, de marcarse nuevas metas ha sido una constante en la vida de Félix Longás, quien se licenció en Psicología en la UNED, mientras desarrollaba su carrera profesional. Esta disciplina le ha ayudado ha encauzar su vocación humanista y es para él un complemento perfecto para un alto directivo. Actualmente es uno de los directivos aragoneses más destacados tanto por su carrera profesional como por su compromiso personal con la sociedad aragonesa. Ocupa distintos cargos de responsabilidad como el de director general de La Zaragozana, presidente de la Asociación de Industrias de Alimentación de Aragón (A.I.A.A.) o presidente de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) entre otros.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

JOSÉ ANTONIO CALVO. (in memoriam).


 

PURIFICACIÓN MARCELLÁN


 

JESÚS ALEGRE





 

Nati Ferrer


 

JOSÉ SABALZA. JOSÉ DE JOAQUÍN DE JUANA.


IN MEMORIAN. RICARDO GARCÉS

HERMANOS BENJAMÍN Y MANOLO ARAGÜÉS

HERMANOS DE CASA MARTA. ALEJANDRO Y MARÍA

IN MEMORIAM. LOURDES LONGÁS. LA TRIBU

LOS PRIMOS ESTEBAN ARAGÜÉS Y SIMÓN MARTINEZ. (DEP)

ACTO REPARADOR DE LA ASOSIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA. SIMIEN LUESIA.

lunes, 5 de septiembre de 2022

ABILIO FERRER EZQUERRA

BREVE HISTORIA PERSONAL DE ABILIO FERRER EZQUERRA, HIJO DE CASA FERRER. Hijo de Evaristo y Pilar. Nacido en Luesia el 22 de febrero de 1944. Fueron nueve hermanos: María, Cándido, Nati, Marino, Primi y Modesto, Abilio, Evaristo y Maria Pilar. Abilio tuvo tres hijos con Pascuala Mateo “ la mujer de sus amores, de su vida y de su corazón”: David, Abilio y Mariví. La peor experiencia sufrida, que no recomienda a nadie, fue el fallecimiento de su hijo David, que en paz descanse. Sufrió a los 14 meses una parálisis infantil que dice no le ha impedido hacer nada importante en la vida salvo para ser fraile, porque no lo admitieron en un centro de Zuera. Jugaba en la plaza del pueblo a los bolos, al marro Navarro, píndola, al burrico falso, a la media manga y la manga entera… e iba al cine que hacía José María Gavín en el local de Pascual Lacosta. Para pagar la entrada, alguna vez recurrió a robar huevos de los gallineros, que se los vendían a la señora “Benita del Asinero”, que vivía encima de la Panadería de Jacinto Alegre… y recuerda las “trastadas de críos” que hacían en las huertas y corrales con sus amigos Félix Aragüés, Quiliano Garcés, José de Artaso…para comer fruta, algún conejo… A los 8 años ya se echaba algún “vasico” de vino que le daba su tía Francisca (“Ajo Tieso” por su porte elegante y altura) por partirle la leña para el fuego. Francisca e Ireneo tenían una casa de vinos a granel con cubas y toneles, en la calle del Hospital, que se llamaba “La Cantina de Irene”. También tenían una pequeña tienda encima de Casa Melero donde vendían ramos de plátanos, sardinas rancias… y productos de lujo para la clase alta como medias y mantillas. La mercancía la traía el camión-recadero “Alastuey y Pelegay” donde trabajaba de peón Santos Mayayo. Abilio, a los 8 años, se levantaba a las 4 de la mañana e iba a regar él solo por el camino del cementerio, hasta el molino y luego Arba abajo hasta el Corral Blanco. Tenía que regar 6 recuejas. En los años 50, muchas familias tenían recuejas por el Arba y recuerda a las familias de Feliciano Biota, Pedro Bernal, los de “Casa Pablico”, “El Canillero de Uncastillo”, “Casa Turrón”, “Casa Dominguín”, “Casa Nariz”, Ángel y Josefina Escabués de Casa Campando… que bajaban a Biota cerezas, judías, peretes, carbón… todos aquellos críos “veraneaban” el llas casetas del Arba ayudando en las hortalizas, buscando nidos, cazando conejos, pescando barbos, ranas y madrillas a pedradas… El verano era regar y regar las judías, quitar hierba, entrecavar, empalar… hasta las fiestas. Después, a cogerlas, acarrearlas con las burras, achotar, elegir…porque era un alimento básico para la familia. Nuestras familias se llevaban bien y se ayudaban mucho. Su madre Pilar Ezquerra y mi abuela Tomasa Aragüés, llevaban el horno de Casa Aragüés, que luego llevó Antonio Muñoz, el “Picatronquero” porque abrió con su mujer Pilar Biota el Bar “El Picatronco” donde se merendaba muy bien. Cazaba Feliciano Biota y María Beltrán hacía las meriendas. Su padre Evaristo y mi padre Julián hacían carbón juntos en el monte de Abargo y en el Pullizo, camino hacia Orés. Mejor no recordar la dureza de aquella viva haciendo hormigueros, leña, la cavera/cabera y las noches a la intemperie vigilándola, sacar el carbón, las caballerías… En el año 1957… a los 13 años ya estaba cansado y harto del trabajo en el campo y, de acuerdo con su familia se fue a Zaragoza a ver qué le salía como aprendiz. Aprendió el oficio de barnizador, tapicero y sillero en la Tapicería de Mariano Barbed. Trabajaba 10 horas diarias y cobraba 110 pesetas a la semana pero hacía 4 horas extras diarias que le pagaban a 2,50 pesetas (60 pesetas) … que hacían 170 a la semana y casi 700 pesetas al mes. Le llegaba justo para pagar la patrona, que compartió años más tarde con Manuel del "Relajau" y Juan José Terraz, en el Camino El Vado. Al principio, le tenían que ayudar desde casa porque no le llegaba para vivir… hasta que consiguió más trabajo para barnizar sillas por las noches y los domingos. Así, empezó a “perrear” el bueno de Abilio. A Luesia, sólo volvía por Navidad y para fiestas de septiembre. Aún recuerda a La Banda del Hospicio de Zaragoza que venía a tocar, siendo niño. Muy aficionado a trabajar el boj y a hacer “caballitos con skay relleno de serrín”, decorados con lentejuelas y montados sobre una herradura. Le enseñó a hacerlos a Antonio Sánchez, otro entrañable personaje luesiano. Su pasión ha sido y sigue siendo alternar con los amigos y cantar jotas con ese enorme chorro de voz del que siempre ha disfrutado . Aprendió con Vicente Calahorra, Aurora Tarragual y Antonio Royo, “El Patatero”. Cantaba con las rondallas “Raíces de Aragón” y ``El Cachirulo”. Se siente tremendamente orgulloso por haber cantado en el Teatro Principal de Zaragoza y haber participado muchas veces en el Concurso “Demetrio Galán Bergua”. Muchas gracias Abilio por haber estado dispuesto a alternar conmigo compartiendo un par de vasos en la terraza del Teveré. Ha sido un placer. (Agosto 2019) En esta breve historia, seguro que podrán verse reflejados/as muchas personas nacidas en los años 40 y 50, que vivieron su infancia en Luesia pero que emigraron por necesidad y con la ilusión de constituir una familia y un futuro mejor. Tú, lo conseguiste. Felicidades. Salud, luesiano y muchas gracias por permitirme publicar esto. Un abrazo. (Alfonso Cortés Alegre. Luesia junio 2021)

Portal de Facebook: Yo soy de Luesia.

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Carmelo Bernal Mena.

 

02.09.2022. Barrio de La Llana (Ejea). Gentes de Luesia. Carmelo Bernal Mena. Nacido en Luesia en 1960, en el popular barrio de El Rincón. Luego vivió en la calle del Hospital, otro rincón. Hijo de Pedro y de Puri. Su padre Pedro era de Casa Castejonero y su madre Puri, de Casa La Pancha. Es el tercero de seis hermanos: Mateo, Fernando (+), Carmelo, Josefina, Asunción y Rosa. Nació como tantos y tantos de nosotros/tras en una familia humilde y trabajadora que siempre lucharía por sacar a los hijos/jas adelante lo mejor posible. Carmelo recuerda una niñez feliz y sin problemas. Le tocó vivir los años 60, tiempo de carestía y de subsistencia porque el dinero era escasísimo. No se pasaba hambre pero no sobraba de nada. Se sabía vivir con muy poco, con lo imprescindible y había que conformarse con lo que había. Recuerda su infancia "disfrutando" del Arba por las "recuejas" del Corral Blanco pescando “a mano” o a pedradas, las ranas, culebras, madrillas y barbos; cogiendo huevos y crías de los nidos, cazando conejos… En los pozos del Arba, aprendió a nadar. Usaban poca ropa porque iban todo el día medio desnudos y hasta “en chinchetas”. En las casetas del ARBA muchas familias vivían desde finales de junio hasta primeros de septiembre, la “vispra” de las fiestas. La caseta era a la vez y en el mismo espacio: la cocina, la despensa, el salón y los dormitorios. El water se pueden imaginar donde estaba: en el monte. En la caseta se guisaba con fuego de leña, se comía y se dormía encima de la paja, sobre un mandil y con una manta. A muchas familias de Luesia, igual que a la familia Bernal-Mena, nos tocó vivir en el monte, en casetas, pardinas, barreras y corrales en tiempos veraniegos de siega y trilla. Y había buena relación y solidaridad de unas familias con otras ayudándose unos a otros en lo que hiciera falta, compartiendo lo poco que había, dejándose una caballería... Desayunaba todos los días leche de cabra con remojones de pan duro, que su madre hacía en una caldereta o sartén. Para almorzar jamón o chullas de témpano blanco de tocino. La comida de cada día era la misma: buen rancho de conejo y de postre cerezas o cascabeles. Comer pollo era excepcional. Se comía en el suelo formando un corro alrededor de la sartén, dentro de la caseta o en la sombra que daba, sentados en zoques de carrasca o de chopo. Para merendar, buena ensalada y algo de conserva en aceite de cerdo como lomo, costilla, o longaniza. Y cenar… alguna fritada, huevos y una sartén de patatas fritas. El menú cambiaba poco de un día a otro. Y qué bueno estaba todo… porque no había nada que no nos gustara. Carmelo recuerda su infancia con cariño y dignidad. No la olvida. “Éramos felices a nuestra manera”… porque las necesidades eran mínimas, básicas y centradas en la alimentación de cada día. Las "recuejas" eran costosas de trabajar porque tenían muchos ruejos pero proporcionaban frutas, verduras, hortalizas variadas, patatas, maíz y remolacha para los animales... las gallinas huevos bien frescos y naturales, el monte conejos... Todas semanas había que ir al pueblo con el burro Moroto y la carreta a buscar el “companaje”, especialmente pan, algo de carne o conserva, vino y alguna gaseosa en polvo. Los pollos los bajaban del pueblo en cajones para ir matándolos poco a poco. Después de segar, los dejaban en los rastrojos para que “respigaran” las espigas de ordio, cebada, centeno o trigo. Por la noche, para que no se los comieran los rabosos los pollos se echaban a lo alto, y volaban a las ramas de la carrasca donde dormían seguros. A Carmelo le tocaron todos los trabajos propios del campo y sabe hacer de todo: picar, segar, dar gavillas, trillar, sembrar judías, entrecavar, regar, achotar... y recuerda de bajar a Biota para vender judías secas, cerezas y cascabeles… en las "argaderas" y capazo de mimbre con el que cargaban al burro Maroto, aparejado con una vieja albarda. Carmelo también trabajó en los montes de Luesia, en ICONA, haciendo hoyos, plantando pinos y limpiando la maleza. Se enamoró de Marisa en Ejea. Es la mujer de su vida. Emigra de Luesia con la familia de ella buscando trabajo. Lo encuentró en la construcción como maquinista de excavadoras. Se compraron casa en Ejea y vuelven para casarse. Tenía 27 años. Se casó en Santa María e hicieron un lunch en el Casino de Ejea. Marisa y Carmelo se fueron de viaje de novios a Galicia, con su flamante Seat 127 blanco, pero eso sí, en tienda de campaña. Tiene que volver a trabajar a Luesia de peón de albañil con Víctor Sabalza, haciendo nichos en el cementerio. Marisa, su mujer, enseña a las mujeres de Luesia corte y confección. En Ejea le sale trabajo en una finca como granjero y tractorista. Cobra poco para poder vivir, criar a los hijos y pagar la casa de La Llana. Con el tiempo, pudo dejar la finca para trabajar como hornero, en la Tejería Cerámicas Laborda. Como cierra la tejería, le toca cambiar otra vez de trabajo. Ahora se dedicará manipular sacas de lana de oveja para clasificarla en negra, pelo fino, pelo largo y entrefina. Las pacas de 400 k las exportan a la India, Bombay, Francia, Polonia, Portugal... donde en grandes lavaderos las teñían para hacer los ovillos de hilos en la industria textil. Carmelo también ha trabajado mucho. Fueron años iniciales duros sin vacaciones, fiestas ni horarios. Nadie le ha regalado nada. Se ha defendido muy bien en la vida. Enhorabuena. Ahora ya está jubilado. Se siente orgulloso de atender a su hermano Mateo, que lo necesita. Tiene huerto junto al ARBA donde cría de todo, pero ahora en Ejea y no en el Corral Blanco; una viña en El Bayo y abejas en Luesia, en los Rincones del Rey. Elabora y embota de todo: miel, tomate, pimiento, acelga, borraja, cardo... Y le queda tiempo de hacerse 3000 metros en la piscina climatizada de Ejea sin ruejos, ranas ni barbos… pero los pozos del Arba no los ha olvidado. Ya tiene un nieto de su hija Carmen que está de maestra en Benasque. Su hijo David está en Holanda trabando de mantenimiento. Carmelo, su mujer Marisa, su suegro, su hermano Mateo... son una familia feliz que viven en La Llana (Ejea). Carmelo: para mí, eres un enorme luesiano. Gracias por dejarme bucear un poco en tu vida privada. Carmelo Bernal Mena, uno de los hijos de Puri y Pedro. Gentes de Luesia. La vida de esta familia es similar a la de muchas otras que también vivieron en las casetas y recuejas del Arba y en corrales y barreras del monte bajo de Luesia y en el monte alto de Fayanás. Nuestro respeto, cariño y homenaje para todos y todas porque supieron vivir con dignidad en tiempos difíciles y complicados, del que podemos aprender… y mucho. (Alfonso Cortés Alegre)