miércoles, 5 de marzo de 2025

Listado represaliados Guerra Civil. (Luesia) . Santos Plano Giménez. Teniente de Alcalde de Luesia. Asesinado en la Guerra Civil de España (1936-1939). Tumba en el cementerio de Luesia.


Santos Plano (Ordenar documentos)
Error. No es Alejandro Martínez Jiménez sino Francisco Martínez Jiménez. 
(Aclarado por Mari Carmen Martínez, nieta de Alejandro)

La tumba (nicho) del Teniente de Alcalde Santos Plano está en el Cementerio de Luesia.  
Descansa en PAZ, 





Santos Plano Giménez y Concepción Bellido Román. (La niña era una vecina)

La única foto que conservo de mi abuelo Santos Plano Giménez. A su lado mi abuela Concha Bellido Román y la hija de unos vecinos en una foto sin datar posiblemente de 1934.

Tenía 42 años, mujer y 4 hijos. La menor, Palmira, sólo sobrevivió unos meses al asesinato de mi abuelo, cuando mi abuela Concha tuvo que irse del pueblo con la cabeza rapada a buscarse la vida en Zaragoza.

Mi madre pasó su infancia interna en Las Hijas de la Caridad. Concha repartía pan por Zaragoza con la ayuda de sus dos hijos varones y la cosa no daba para más.

Mi abuela vivió muchos años con mis padres en casa. Era una presencia constante que me crio. Mis padres trabajaban ambos y ella se ocupaba de mí, ayudaba en casa y en la pastelería que regentaba mi madre.

Convivimos más de 25 años y rara vez le oí hablar de mi abuelo.

Como en miles de casas, era un tema doloroso y del que no se hablaba. El silencio se rompía ocasionalmente cuando ya de mayor mi madre comentaba algo de su infancia en la que todo hubiera sido diferente si el abuelo hubiera vivido.

Le vino a avisar la guardia civil el día de antes”, decía mi abuela, “porque había ayudado a hacer el cuartelillo. Se escapó brincando por los tejados, pero lo cogieron y me lo mataron”. También comentaba, cuando me veía comer queso, que le gustaba el queso de postre, y que ella iba al mercado todos los meses y compraba un buen queso entero, curado, que le costaba un duro.

Comiendo queso de postre y saltando por los tejados. Así era el recuerdo de mi abuelo que me acompañó durante muchos años.

Todo esto cambió a principios de 2025 gracias a la labor que ha venido haciendo Simién,  la asociación para la memoria histórica de Luesia, que consiguió contactarme. Su interés nace porque mi abuelo es el único represaliado que tiene un nicho en el cementerio, con su lapida identificable y la usan de lugar conmemorativo para poner algunas flores ya que no disponen de otro.

Pequeño homenaje de Simién en Luesia (2022) a los repesaliados en la guerra civil en la tapia del cementerio. El monolito que querían poner en 2024 se lo retiraron.

Gracias a esto descubrí algo más de la historia de mi abuelo. También lo cruel y absurda que sigue siendo la vida en algunos de nuestros pueblos, cuando se habla de las víctimas de la guerra civil, especialmente cuando lo fueron por el bando franquista.

Me he enterado de que mi familia es privilegiada. Tengo a mi abuelo enterrado en su nicho. El único represaliado de Luesia que se sabe a ciencia cierta dónde está enterrado. Sin ser exhaustivo hago un rápido repaso con los datos que maneja Simién. En la fosa de Luna, que está sin localizar, consta por documentos que hay 9 cuerpos. En Rivas también consta que hay luesianos y, aunque encontraron una fosa hace años, en ese caso ninguno era Luesia. En Ejea también consta que hay varios, entre ellos el abuelo de Conchita. En 2025 hicieron una cata y dieron con la fosa, se supone que es la más grande de Aragón con más de 300 personas, aunque la volvieron a cerrar esperando contar con fondos para una correcta exhumación, pues el Gobierno de Aragón en 2024 derogó la ley de Memoria Histórica. A eso hay que añadir que también hay algún vecino que lo mataron en el monte y no se sabe dónde.

La vida es dura. La vida es así. Pero no es la vida, sino personas concretas, las que no han dejado poner una placa en Luesia en recuerdo de estas personas promovida por sus familias o se han preocupado de derogar una ley en vigor que otorgaba cierto consuelo y reparación. Miseria moral en la España integrada en Europa. Me ha parecido muy revelador la frase por la que la asociación de Luesia se llama Simién: «Nos quisieron enterrar, pero no sabían que éramos semillas» (Simién , es semilla o simiente en aragonés).

Gracias a Simién y algo de investigación en internet he podido recuperar un poco a mi abuelo Santos. Me enteré de que era teniente de alcalde en Luesia, cuando lo mataron, como a la mayoría del último consistorio de la República. Al parecer Ubaldo Diest, el alcalde, Jesús Ezquera Azín, el abuelo de Conchita que me contactó desde Simién, y también concejal y mi abuelo, eran buenos amigos.  Los destituyeron tras las revueltas de 1934, en octubre, pero en el febrero del 36 les restituyeron sus cargos

Extracto del artículo de Jesús Ezquerra en «Vida Nueva» celebrando el primer niño nacido en Luesia inscrito en el Registro Civil.

Ahora además de comiendo queso y huyendo por los tejados también le imagino en el pueblo, disfrutando con sus amigos y tratando de conseguir mejoras desde el ayuntamiento para los vecinos.

Sabía que era albañil, aunque mi abuela por orgullo siempre lo consideró aparejador. Que había también ayudado a hacer los nichos del cementerio. Lo que no sabía es que ya entonces le habían amenazado con estrenarlos, como así fue.

Encontré que le condenaron los militares en 1933 aunque no he podio aun acceder a la sentencia, pero parece que estaba relacionada con las revueltas que hubo esos años por la propiedad de las tierras.

Por el árbol genealógico, he visto que era sobrino de Antonio Plano, alcalde de Uncastillo. Aterra la descripción de su asesinato y cómo el ser humano, siendo capaz de hacer tanto bien y crear tanta belleza, pueda ser tan cruel, no desde la distancia, enviando bombas o condenado a la miseria, sino en una brutal cercanía personal.

En el caso de mi abuelo no deja de asombrarme el ensañamiento administrativo que se impone. Además de matarlo lo condenaron un tiempo después a pagar 2.500 pesetas de la época. Estaba “desaparecido”. Le expropiaran la parte que le correspondía de su casa. Mi abuela murió, casi 50 años después, sin ninguna posesión, ni casa, ni tierras… Nunca lo reclamó y nunca nos inculcó rencor, ni ira, ni tampoco miedo. Esa fue su herencia. Quiero creer que lo hizo para que sus nietos no tuviéramos miedo, por amor, para crecer en una sociedad mejor, que nos ha ayudado a ser el país que somos, aunque ella nunca olvidara a su marido.

Mi abuela Concha conmigo en brazos en una foto garabateada por mi mismo de pequeño.

Por eso mi agradecimiento a las asociaciones de memoria histórica, como Simién, que muchos años después me han ayudado a quítame el letargo y la neblina que envolvía a la vida y muerte de mi abuelo Santos.

También mi solicitud al Ayuntamiento de Luesia y sus vecinos a que no se oponga al pequeño homenaje que es una placa de recuerdo o un monolito o lo que sea que demandan los familiares en memoria de sus seres queridos. Quedan pocos casos, y se ha avanzado mucho, pero aún hay camino que recorrer.

Sin rencor, ni revanchismo ni “ganas de abrir heridas” ni ninguna de esas excusas baratas que lo único que hacen es no querer reconocer el dolor que una guerra civil causa en todos los que sufren y del que algunos no han podido aun encontrar consuelo en 40 años de dictadura y casi 50 de democracia.


Blog de su nieto Pepe Pérez Plano: 


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